Un ejemplo que se multiplica día a día
La sangre generosa no ha sido derramada en vano. Con cada
nuevo soldado cubano se multiplica el ejemplo de los jóvenes muertos en el
cumplimiento del sagrado deber de preservar su tierra, sus palmas y su bandera
es pro eso que conmoción, repudio, rabia y odio, son sentimientos que
perduran 48 años después de la pérdida
de Luis Ramírez López, quien vilmente fuera asesinado por balas enemigas que dispararon
desde el otro lado de la cerca perimetral. “Marines, hijos de puta, me han matado”, fueron sus últimas
palabras.
Y aunque Luis no fue el único combatiente cubano caído a consecuencia de las
constantes provocaciones contra Cuba desde ese enclave militar, ilegalmente
ocupado por el gobierno de los Estados Unidos en territorio de Guantánamo, es
otro hijo ilustre que a diario recordamos los caimanerenses.
Nacido el 19 de mayo de 1944, en Guisa, Granma y llamado a
las filas del Servicio Militar Obligatorio el 25 de mayo de 1965. Sólo llevaba
11 meses en cumplimiento de su deber, cuando fue asesinado mientras realizaba
la guardia en la casamata 65, instalada a 150 metros del límite
este de esa mentada fortaleza norteamericana. Cubría su turno de guardia en la Brigada de la Frontera.
Fueron muchas las especulaciones que se tejieron en torno al asesinato del
joven soldado, sin embargo, el argumento fue desmentido cinco días después
cuando 30 periodistas de 16 países visitaron la Brigada de la Frontera y allí, en
conferencia de prensa, los corresponsales de varias agencias noticiosas,
conocieron lo relacionado con el homicidio y comprobaron, la falsedad de las
imputaciones al verificar que la sangre vertida por el combatiente todavía se
apreciaba en la casamata donde resultara herido.
Y es que ninguna riqueza, por inmensa que sea, podría
devolver la vida de los caídos durante el cumplimiento del deber, como tampoco
los más de 55 años de victorias bastan para sentirnos cada vez más
comprometidos con Cuba y su Revolución victoriosa.
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