Hoy saco mi alma de niña al ver al
pequeño Anibal, ese que les sacó las emociones a todos, a grandes y chicos, ese
que aún sin proponérselo llegó diciendo “Fidel,
te queremos, te llevo en mi corazón”
Cámara en mano, muchos corrieron
hasta el pequeño y Anibal se sintió apenado, pero cuando depositó su flor,
volvió a la carga como el héroe que luchó, como el Gigante Fidel, el que nos
permitió vivir felices o como superhéroe.
Y no caben dudas, no tengo dudas,
ese es el legado del Comandante, el mismo que el seis de enero de mil 962, en
el Discurso pronunciado en el Acto de Inauguración del Palacio de los
Pionero dijo, y cito: “¡Y nosotros
queremos que todos los niños sean felices! Para que los niños sean
felices se ha luchado, para que los niños sean felices han tenido que dar su
vida muchos patriotas, desde Martí, Maceo y todos los que han muerto”.
Hoy vimos a Anibal, pero pudiera
hablar de Pablito, el niño que pasó con la abuela, en la mañana, en la tarde
con la tía, y en la noche con papá, o de Camelia, la pequeña que miró firmar a
la abuela, como si leyera el compromiso de cumplir el concepto de Revolución.
Los niños son los seres más
poderosos de la Tierra. Se te cuelan en el corazón aun sin previo aviso, así
como se coló Fidel en mis sentimientos, así como lo revivió Anibal, cuando vino
con su madre a depositarle flores al Comandante, es por ello que hoy no
quisiera tener un modelo mejor que el que usted, con razón, Comandante,
sembrado en mi corazón.
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